Durante los últimos 5 años, he tenido el privilegio de enseñar el Evangelio a niños pequeños a diario como maestra de preescolar / primaria en una escuela cristiana aquí en Costa Rica. Absolutamente me ha encantado contextualizar el Evangelio para los niños. No sería extraño ver a mis alumnos de 3 a 4 años marchando para explicar que “estamos llamados a hacer brillar nuestra luz para Jesús a los demás”. O tal vez, estábamos escondidos debajo de las mesas fingiendo que era la cueva donde Elías se escondió y donde Dios tan fielmente proveyó para todas sus necesidades (1 Reyes 17: 4-6). Mi corazón se llena al leer en voz baja la historia del nacimiento de Jesús a cada niño. Las personas con las que podemos compartir las buenas nuevas de Jesús pueden ser diferentes a nosotros. Pero lo que es cierto sigue siendo el mismo. ¡Jesús es nuestro Salvador! Podemos enseñar esto de muchas formas y a muchas personas diferentes. Podemos enseñar la salvación de Jesús a personas de diferentes edades o culturas, pero es una verdad eterna.
No pretendo saber exactamente cómo enseñarle el Evangelio a un niño. Eso solo sucede por la gracia de Dios. La enseñanza ha estado llena de muchas bendiciones, pero ha habido muchos momentos de lágrimas o frustración junto a ellas. Pero, a pesar de todo, me encanta enseñar. No recuerdo un momento de niño en el que no dije que quería ser maestra. Convertirme en profesor ha sido mi mayor objetivo en la vida. Pasé años estudiando e incontables horas esforzándome para prepararme para las lecciones. Pero, una vez que me convertí en maestra, sentí en el fondo este sentimiento de que Dios tenía algo más planeado. El día a día de la enseñanza me dejó con ganas de algo más. Fue entonces cuando Dani y yo comenzamos a dar pasos serios para servir a tiempo completo en el extranjero para plantar iglesias.
No puedo evitar llorar mientras escribo esto recordando toda la alegría, el esfuerzo y el crecimiento que he obtenido de mi profesión docente. Extrañaré la enseñanza en Costa Rica.
El cambio está en camino. Nos complace anunciar que la semana pasada entregué mi carta de renuncia. Dani también tiene la intención de renunciar en los próximos meses. Dios ha dejado en claro que es hora de cerrar este capítulo de mi vida como maestra de aula y dar un paso adelante con fe hacia Mongolia. Estoy muy emocionado de dedicarme a tiempo completo al ministerio. Con el cambio, surgen muchas emociones. Quiero ser honesto, es un sentimiento extraño. Siento ilusión por lo que Dios ha preparado y al mismo tiempo un sentimiento de tristeza por dejar este trabajo. Solo soy un ser humano y este paso se siente como uno grande.
El próximo viernes es mi último día de trabajo y mis alumnos el último día antes de las vacaciones. Quería escribir una lección para ayudar a mis estudiantes en la transición a su nuevo maestro el próximo año. Creo que también estaba destinado a mí. Qué mejor lección para escribir que sobre la verdad inmutable del Evangelio. Dios es inmutable, nunca cambia. Pueden ocurrir cambios a nuestro alrededor, pero Dios sigue siendo el mismo.
Desde antes que nacieran los montes
y que crearas la tierra y el mundo,
desde los tiempos antiguos
y hasta los tiempos postreros,
tú eres Dios. - Salmo 90:2
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Over the past 5 years, I have had the privilege of teaching young children the Gospel on a daily basis as a Preschool/Elementary School teacher at a Christian school here in Costa Rica. I absolutely have loved contextualizing the Gospel for the children. It would not be a strange sight to see my 3-4 year old students marching to explain we are called to shine our light for Jesus to others. Or maybe, we were hiding under tables pretending it was the cave where Elijah hid and where God so faithfully provided for his every need (1 Kgs. 17:4-6). My heart would be filled as I softly read the story of Jesus' birth to each child. The people we may share the good news of Jesus with may be different from us. But, what is true remains the same. Jesus is our Savior! We can teach this in many ways and to many different people. We may teach Jesus’ salvation to people of many different ages or cultures but it is an everlasting truth.
I don’t pretend to know how exactly to teach a child the Gospel. That only happens by the grace of God. Teaching has been full of many blessings but there have been many moments of tears or frustration alongside them. But, through that all, I love teaching. I don’t remember a time as a child that I didn’t say I wanted to be a teacher. Becoming a teacher has been my biggest goal in life. I spent years studying and countless hours pushing myself to prepare for lessons. But, once I became a teacher I felt this feeling deep down that God had something more planned.The day to day life of teaching left me wanting something more. That is when Dani and I started taking serious steps toward serving full times overseas to plant churches.
I can’t help but cry as I write this remembering all the joy, effort and growth I have gained from my teaching profession. I will miss teaching in Costa Rica.
Change is coming. We are excited to announce that last week, I turned in my letter of resignation. Dani also intends to resign in the upcoming months. God has made it clear that it is time to close this chapter in my life as a classroom teacher and step forward in faith toward Mongolia. I am so excited to dedicate myself full time to ministry. With change, comes many emotions. I want to be honest, it is a weird feeling. I feel excitement for what God has prepared and at the same time a feeling of sadness to leave this job. I am only human and this step feels like a big one.
Next Friday is my last day of work and my students last day before vacations. I wanted to write a lesson to help my students transition to their new teacher next year. I think it was also intended for me. What better lesson to write than about the unchanging truth of the Gospel. God is immutable, He is never changing. Changes may come around us but God remains the same.
Before the mountains were born
or you brought forth the whole world,
from everlasting to everlasting you are God. Psalm 90:2